Febo y el policía articulado

 Mati y yo fuimos hasta la plaza, la segunda que era más linda, verde y grande.

Los juegos estaban pintados de colores vivos y las acequias eran pequeñas, de tierra, por eso nos gustaba ir. Llevábamos los muñequitos en bolsas de plástico.

Llegamos y no tardamos en elegir el espacio indicado, tenía que estar cerca de la acequia, así la historia que interpretaran los muñecos tenía más emoción.

Yo sabía que el policía articulado era su muñeco favorito y el sabía que Febo, de El Jorobado de Notre Dame, era el mío. Febo no era articulado y tenía ambas piernas pegadas a una pequeña plataforma. A pesar de ser articulado su policía estaba despintado casi por completo. No importaba mucho, en nuestras historias ambos eran héroes.

Esa tarde no fue la excepción, Febo ayudó al policía a salir de un aprieto causado por unos muñecos sin gracia provenientes de cajitas felices de McDonald´s.

Lucharon en el agua pero la corriente se fue poniendo cada vez más rápida y Febo con sus piernas no articuladas se fue con ella.

Corrimos al lado de la acequia dejando todos los otros muñecos solos, pero Febo cayó a un zanjón a través de una conexión y dejamos de verlo.

Para mí la culpa era del policía articulado, para Mati también.

La falta de Febo era gravísima, Mati lo sabía y se sentía culpable así que me dejó elegir entre todos sus muñecos, uno que yo quisiera para remplazar, pero nunca fue lo mismo. Febo faltaría para siempre.

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