Como un mantra

 Leo las tarjetas con meditaciones guiadas, las atravieso con la mirada para que me transmitan todo lo que las palabras dicen. Cierro los ojos por algunos segundos, recuerdo que tengo que ir a comprar milanesas de pollo. Realizo todo el recorrido hasta la pollería, con mi mente. Abro los ojos, voy hasta la mesa de luz y me tomo un Clonazepam, calzo la bolsa de tela, las llaves y me las tomo.

Camino por Rosario y me hace daño tanta luz, el abrumador ruido del tráfico, bocinazos, gente que pasa a mi lado hablando por teléfono.

El clona es sublingual, así que lo voy chupando mientras recuerdo las meditaciones guiadas. Lo poco que me sirven y lo mucho que confío en que me salven cuando más lo necesito. 

Las tengo en la mesa de luz, junto al clona, como mejores amigos míos. Pero nunca, ni una vez, me sacan del estado de mierda apestado de ansiedad y falta de aire.

Se me llenan los ojos de lágrimas mientras paso por Acoyte, porque quisiera no tener vida más allá de la ansiedad, una cosa a la vez. No puedo lidiar con ir a comprar milanesas en pleno ataque de pánico, ni atender al fumigador el lunes a las 18hs cuando lloro sin parar.

Quisiera que la vida se detenga en ciertos momentos para no tener que romperme tanto.

Me seco las lágrimas ya por el parque Rivadavia, qué importa si algunos me ven llorar, puede ser que se me metió algo en el ojo, cualquier cosa. 

Creo que tiemblo un poco, me ayuda no parar de caminar, no mirar a nadie a los ojos. Tengo unas renovadas ganas de llorar pero estoy llegando a la pollería así que entro así, con los ojos mojados y el aliento cortado. Hablo despacito porque me estoy aguantando un llanto de esos que pueden durar una hora aunque no tenga razón aparente. Por suerte todo es rápido y vuelvo a caminar, al vientito del parque, a pensar qué tengo agujereado adentro que me hace tanto ruido mental. Al peso que viene a subirse arriba mío. Y pienso en que necesito mi sesión con la psicóloga pero tampoco sé muy bien cómo decirle que tengo muchísimo miedo de algo que no tengo idea de qué es ni por qué ha venido. 

Llego a casa y rompo en llanto porque me lo merezco, por haber aguantado tanto y no tiemblo pero me siento chiquitita y fácil de pisar aunque a la vez me entrego a todo. A este dolor que está porque sí, al miedo y a llorar como un mantra que se lo lleve todo.


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