LA ESPADA DE GONDOR
—soñé que me moría. Que estaba tirado en
el medio de la calle y la gente se amontonaba a mi alrededor y como que
empezaba a sentir que se me adormecían las extremidades, onda cosquilleos en
las puntas de los dedos, de las manos y de los pies
Gente que moría de tos, de risa, electrocutada, ahogada, quemada, por disparos era la más popular. Gente que moría a manos de seres queridos, mirando un bello paisaje, con sus mascotas, en países exóticos, disfrazados, etc
—y qué pasaba?
—y me daba mucho sueño, un sueño que no
podía aguantar, se me cerraban los ojos y yo no quería me esforzaba pero me
pesaban los párpados, no sé, horrible boludo
—mal, un garrón— dijo Ramiro mirando el
piso. Lo cierto es que esa noche deseó él también poder soñar con una muerte
para poder sentirla y cubrirse entero de esa sensación. Saber cómo iba a ser
morir.
Pero no sucedió ni esa noche ni la
siguiente. En realidad no sucedió ninguna noche. Por más que él se esforzara al
respecto, que leyera libros de gente que había muerto por algunos minutos, de
ver películas y ver videos en el celular, ese sueño en particular no lo visitó
ni una vez, ni una puta vez.
Sólo podía contar el sueño en donde se le
caían todos los dientes en un suelo lleno de monedas y piedritas, lo que hacía
más complicada la búsqueda de sus dientes para volver a ponérselos. Y el sueño en donde podía volar en parapentes
con su compañero de trabajo. El parapentes era hecho con el papel de un sugus
que se rompía a mitad del vuelo, pero él con mucha habilidad lo arreglaba sobre
la marcha y seguían camino.
El sueño de morir, de sentir que la
muerte le invadía las células, los ojos y el pensamiento, no llegaba nunca y no
soñarlo le quitaba el sueño. El resto eran inventos de niños nada interesantes
para su nivel. Lo que lo llevó a comenzar a preguntarle a la gente que conocía
si habían soñado alguna vez con la muerte y cómo había sido.
Fue recolectando en su memoria ciento de
relatos de gente que moría una y otra vez, salvo él.
Gente que moría de tos, de risa, electrocutada, ahogada, quemada, por disparos era la más popular. Gente que moría a manos de seres queridos, mirando un bello paisaje, con sus mascotas, en países exóticos, disfrazados, etc
—necesito que me claves esto acá, debajo
de la costilla—le dijo Ramiro a Eze mientras acomodaba el trípode de la cámara
—estás de la nuca gordo?
—no boludo, dale yo ahora traigo la
espada
—qué espada gordo locura, qué decís?
—es una espada de cotillón, estoy
haciendo un corto para la facu
—gordo no me mientas, qué tiene que ver
eso si vos estudiás Recursos Humanos
—sí, pero es para una competencia, dale
copate—Ramiro se fue corriendo de la piecita que funcionaba como cuarto de
estudio y volvió con una espada hermosa y brillante
—de dónde sacaste esta espada Ramiro?
—Es una réplica que mandé a hacer de la
espada de Gondor, pero es mucho más chica
—La del señor de los anillos?
—sí esa, bueno yo me pongo así y vos me
la clavás acá
—pero mirá que esto pesa un huevo, estás
seguro que es de cotillón?
—sí sí, tiene peso en el mango para
generar autenticidad, dale boludo—Ramiro se paró sobre un cajón de madera
pequeño, Eze posó una mano bajo el filo de la espada y la otra en el mango y
esperó a la señal de su amigo—hacelo con fuerza amiwo tiene que parecer de verdad—Eze
asintió, Ramiro también, entonces la espada ingresó en la parte lateral del
cuerpo de Ramiro. Parecía de mentira por la facilidad con que lo hizo pero el
borboteo de sangre lo transformó real ante todos. Eze retiró la espada algo
anonadado, con el ceño fruncido denotando algo de duda en todo lo que estaba
sucediendo, cuando Ramiro comenzó a caer del banquito tiró la espada al piso y
se di cuenta de todo
—qué hiciste gordo? Sos un pelotudo—sacó
su celular con manos nerviosas mientras presionaba la herida de Ramiro que no
paraba de sangrar—sos un pelotudo gordo, te maté gordo boludo, por qué me
hiciste hacer esto? —Ramiro empezó a respirar entre cortado
—mirá, respiro entre cortado, como en las
pelis—comenzó a decir Ramiro en voz baja, casi inaudible con la respiración
agitada, Eze lo miraba mientras esperaba por hablar al teléfono—es porque duele
respirar, por la herida, duele una bocha
—bueno no hables gordo, no hables, ya
estoy llamando al 911—mientras Eze daba la dirección del lugar, Ramiro perdía
sangre también por la boca
—me sale sangre por la boca, viste? Como en
las pelis
—gordo voy a traer una toalla—Eze salió
corriendo y volvió a los pocos minutos con una toalla grande que le colocó en
la herida del costado, con rapidez se tiñó de rojo y la desesperación de Eze llenó
la habitación, no podía dejar de hacer presión en la herida mientras puteaba al
gordo salame que le había hecho matarlo de un espadazo.
—Eze
—basta gordo no hables, guardá fuerza que
estás perdiendo sangre como un marrano
—qué tienen que ver los marranos?
—Ramiro basta, en serio dejá de hablar
hasta que llegue la ambulancia
—pará, acércate te tengo que decir algo
—qué cosa? —Eze se arrastró un poco más
cerca de Ramiro sin dejar de hacer presión
—tengo que decirte algo importante como
en las pelis, porque ya siento mucho frío y las extremidades dormidas, como en
tu sueño, vení Eze no me mires así, vení
—estás del orto gordo, todo va a salir
bien, no pasa nada ya te van a poner sangre y ya está
—te quiero decir que…
—gordo? Gordo? GORDO NO ME HAGAS ESTO
DESPERTATE! GORDOOO
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