EL ABUELO GUSTAVO

Gustavo no era mi abuelo, pero sí.
Era el marido de mi abuela, pero no era el papá de mi vieja ni de sus hermanas.

Mi abuelo de sangre había fallecido antes de que yo naciera, incluso antes que mi hermana naciera.

De todas maneras, cuando lo conocí, apenas empecé a vivir, me dijeron que era el abuelo Gustavo, así que todos le decíamos así sin cuestionar nada.

El tema de que no fuera nuestro abuelo natural, era un secreto. Bah, en realidad puede que no, pero yo lo supe por error de un adulto y eso me hacía considerarlo un secreto.

Tenía como ocho o nueve años y vivíamos en la casa del Canciller. No era la casa de un canciller, así se llamaba el barrio. Y eso es todo lo que recuerdo, vivir en la casa esa y tener medianamente esa edad.

El accidente ocurrió en una charla entre mi vieja y mi tia, alguna de las dos lo dijo así como al pasar y yo pregunté. Se ve que me lo explicaron muy a la ligera porque a mí me dieron muchas ganas de enojarme con mi abuelo Gustavo.

Estaba muy en claro que tenía en mis manos un tema "de adultos". Porque los niños no se juntan a tomar la chocolatada y a preguntarse por la conexión sanguínea que une o no a las personas. 

Con la misma seguridad que sentía de que todo eso era un secreto, confirmaba sin dudas que en esa misma charla había salido a la luz que mi abuelo en realidad no se llamaba Gustavo, que el abuelo era brasilero y su nombre real era Fulgencio. 

Estoy segurísima de haber tenido esa cantidad insólita de información adulta conmigo. 

Y sentí poder, un poder! una satisfacción de saber que evidentemente me cegó por completo.

Con ocho o nueve años sentí como me embriagaba el poder, se metía en mis venas de niña y me obligaba a actuar consecuentemente.

Fui a la casa de mi prima, tres años menor que yo. Le dije que teníamos que hablar, en un lugar privado que era algo importante, así que fuimos a su pieza, nos metimos debajo de la cama y le expliqué el asunto.
No satisfecha con la explicación decidí también impregnarlo todo con mis sentimientos al respecto o en realidad, con lo que yo creía que tenían que ser mis sentimientos. 
Le hablé de la traición, la decepción, todo lo que había que sentir ante tal información.

Ella se quedó callada un rato, confundidisima y después me preguntó si entonces el abuelo no era el abuelo. "Por supuesto que no" le dije. Porque yo pensaba que ahora todo lo que habíamos vivido con ese hombre era una mentira, que todos debíamos estar enojados, aunque en el fondo me daba igual.

El abuelo Gustavo era mi abuelo de todas formas. Era el mismo que nos sacaba las sillitas de plástico del depósito cuando llegaban los nietos. Nos limpiaba la pileta y nos llenaba de huevos fritos y papas fritas. El mismo que me dejaba subir a su Taunus rojo y me prometía que sería mío cuando creciera

A mi prima sospecho que en el fondo también le dio igual.
No hablamos nunca más al respecto, salvo cuando se lo explicó a su hermanito una vez que este tuvo la misma edad que tenía ella cuando se lo conté yo.
Se lo tiró con sutileza y elegancia.
_    No, pero tiene que ver con que el abuelo Gustavo es en realidad esposo de la abuela, pero nuestro abuelo real, el papá de mamá se murió hace mucho, por eso- Y siguió como si nada.
Pude notar el similar desconcierto en los ojos de Josecito y unos segundos después el poder embriagándolo entero. 

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